domingo, 29 de abril de 2018

Becqueriana / 134



Quedan aún jirones eléctricos de sonido en el aire, entre el reposo de las nubes y el graznido lejano de las gaviotas. Rápidos descensos de los dedos por el mástil de las guitarras, dobles redobles de batería, golpes de mazo sobre el granito del bajo. Entre el tintineo de la cucharilla en la taza y la respiración de la rebanada recién tostada. Aullidos con forma de palabra que se retuercen en el aire con corporeidad metálica. Entre el arpegio del cuchillo al repartir democráticamente la mantequilla y tus zapatillas al acariciar el suelo cuando te levantas a buscar la mermelada.

jueves, 26 de abril de 2018

Becqueriana / 133



Hay un prado llamado silencio en el que crecen las amapolas de la respiración alterada y cuando suspiran al atardecer los juncos presagian el cauce que fluye entre dos cuerpos. Hay una brisa que no cuela la ventana ni una puerta, sino el movimiento que mece la melena y despeina los cuidados. Hay un sauce de manos que se vierten sobre piel del aire y una enredadera de piernas que se entrelazan al tronco. Hay una sombra, que el sol ansía desbaratar sin lograrlo nunca, donde solo los dos se contemplan a sí mismos. Hay dos ríos y un mar.

martes, 24 de abril de 2018

Becqueriana / 132



No sabes hacerlo, me dices. Miro el estanque y te miro. Una vez escribí un soneto con rima, respondo. Fantástico, ¿y ahora? Insistes en el reto. Sé que no abandonaremos el banco del parque donde nos hemos sentado hasta que lo intente. Menos mal que la sombra de un tilo nos acoge mientras pienso. Con un palo, quizá, puedo dibujarlos en la arena y saltar de uno a otro. Nunca lograrás darles idéntico color, dices tras adivinar mis pensamientos, y añades: No sabes caminar sobre nenúfares. Yo sí. ¿Quieres verlo? Cierra los ojos. Y unos labios caminan sobre los míos.

domingo, 22 de abril de 2018

Poética del atardecer



Serpenteo esquivando los charcos al caminar hacia la tarde y avanzo entre un suelo de nubes. Dentro de los bolsillos del gabán los dedos practican glissandos para la clase de una profesora rigurosa. Voy y no voy. Los pasos me acercan y me alejan. Ensayo conversaciones como un actor repite réplicas ante un espejo poco antes del estreno. Cuando tenga un poema entre las manos le sonreiré a la literatura, que me estará mirando desde una mesa al fondo de la cafetería. La lengua en la que escribo cada día me habla desde cualquier rincón. Los campos huelen a lluvia.

viernes, 20 de abril de 2018

Gorriones



El libro de texto del día se abre con el vuelo de un gorrión que abandona las ramas del olivo para detenerse en los cables de la conducción eléctrica, donde el primer rayo de sol dibuja sobre el sembrado una línea recta con su perfil de mago alado. Estudio en esta humilde lección de la mañana la teoría de las sombras. Lo que la luz ilumina el aire lo dibuja en la distancia con claroscuros. También mi retrato opaco me sigue cuando camino hacia el este, tras mis pasos, iluminado por el sol en el rostro. Sin ver la sombra.

lunes, 16 de abril de 2018

En compañía



Nunca está sola la palabra soledad. Un artículo le brinda su mano y salen a pasear juntos por la frase. Una nube de adjetivos la ronda siempre con la intención de hacerla más grata, o amable, incluso acompañada. Hay verbos que la alejan y otros que la acercan. Sustantivos que se enamoran (y hasta dan esquinazo a sus artículos para poder verse a solas con ella). No siempre les hace caso, sin embargo, por sentirse más sí misma, pero a veces encuentra en alguna que otra palabra, en un momento de soledad, aliciente para dejarse querer, por ejemplo, en compartida.

domingo, 15 de abril de 2018

# 592


Mejor olvidarse de las fiestas para adorar la fiesta. Que el calendario paute las alegrías no estimula a nadie. Para disfrutar es preferible transformar cualquier momento de un día cualquiera en una verdadera celebración. Sin que nadie lo haya estipulado ni exista previsión alguna. Así como así. Hoy: fiesta. A veces, al llegar a casa y quitarse las ropas de ciudad, de repente apetece vestir otras, inaugurar un hábito distinto. O convertir el paseo en una fiesta que se celebra en ese lugar al que tanto apetece ir a deshora. Quitar las fiestas del tiempo y colocarlas en el espacio.

jueves, 12 de abril de 2018

# 591


Ya no solo cambia el número. A veces el nombre del mes. Con los meses, la cifra anual. Cada día es, ahora, por fin, diferente. Cada jornada conserva un recuerdo distinto de su acaecer en el tiempo. Su almacén ha dejado de ser el calendario para instalarse en el territorio de la memoria. Cada fecha se siente orgullosa de sí misma. De lo que ofrece. De sus matices. De su singularidad. Y brinda, a quien quiera escucharla, noticias de su carácter. Cada día regala el lugar más propicio para ser vivido. Si hoy llueve, será el momento de pisar charcos.

miércoles, 11 de abril de 2018

# 590


Un paseo ordena el mundo. Su caos, su sinsentido, su dejadez. El caminar recoloca en su lugar los elementos del paisaje del mismo modo que el pintor compone una armonía cromática sobre el lienzo o que el fotógrafo afina la mirada para descubrir donde no hay nada un tema. El rumor de los pasos le escribe la partitura a la secuencia. Miro y las líneas se emparejan, los colores se combinan, las aves trazan movimientos inauditos en el cielo. Atravieso el río y queda a mi espalda el puente y la ciudad ya trazados. Con una idea de sí mismos.

lunes, 9 de abril de 2018

Maga Losnay, dietario # 589


Nada hay tan divertido como mezclar palabras y dibujos. Tan irreverente como suplantar palabras con dibujos, dibujos con palabras. El caligrafiar un paisaje con acuarelas o el trazar con acuarelas las líneas de una carta. Nada hay tan estimulante como combinarlo todo y encontrar sentido a cualquier combinación capaz de ser imaginada. Porque solo el pensamiento racional separa las artes y las cosas. Una manera de comprender escolar, que disgrega cuanto permanece unido, olvida las singularidades que cada cosa posee para enfrentarla a una idea de cosa que sirva para todas las cosas. Pero nadie piensa así si quiere divertirse.

sábado, 7 de abril de 2018

Dietario de sensaciones, 44



Hay un instante en el que la calma desciende sobre los cuerpos para abrigarlos y bajo su manto, mientras el sudor se funde con el sueño y las respiraciones se acompasan con el balanceo de dos actores camino del fundido final de la película, la noche susurra sonidos que parecen un bordado en la sábana del silencio. El sapo que croa en el estanque próximo. Una lechuza ulula en la nada. El ladrido enigmático de un perro. Son quizá palabras pronunciadas durante el día en un lugar lejano que llegan con atraso a los oídos, y cuyo significado desvela incógnitas.

jueves, 5 de abril de 2018

Dietario de sensaciones, 43




La visita del viento estremece la superficie sosegada del cauce. Su fluir cotidiano, un ir yendo por los días ensimismado, tiembla de repente, se agita. Siente. El tiempo abandona su condición de túnel y la corriente, sin remedio, olvida su destino. Cuando la mano del viento roza su piel. Se remueve en el lecho. Vibra, se desorienta. Se daría la vuelta y regresaría a las fuentes para tumbarse en los prados de montaña a percibir el aliento de los bosques. Basta que el viento lo acaricie. La longitud se alza en una inflamación vertical que convierte el río en géiser.

martes, 3 de abril de 2018

Dietario de sensaciones, 42



Todas las palabras son mágicas. O mejor será decir que son magos. Extraen del sombrero de unos sonidos la paloma blanca de un significado. Nada por aquí, nada por allá, dicen las palabras, y de repente sale de la nada una ristra de pañuelos anudados. Son las frases que descubren lo que existe. Que le dan sentido. Se mira a veces sin saber qué se ve, son las palabras las que le explican qué está viendo a la mirada. Uno va por la calle despistado y de pronto le dicen algo, sonríe y la piel de la realidad se estremece.

domingo, 1 de abril de 2018

Dietario de sensaciones, 41



El invierno dedica sus noches a la fabricación del blanco. En pleno dominio del negro nocturno, teje una sábana de blancura sobre el paisaje. Y cuando llega por fin la luz, su paleta de colores le resulta inútil. Ni puede pintar los árboles, que amanecen blancos; ni los campos, que se extienden blancos; ni los tejados, que lucen blancos. Solo se le permite gastar unas gotitas de marrón mezclado con una pizca de amarillo sobre los pájaros que sobrevuelan la blancura. La insistencia de la luz, sin embargo, con las horas, acaba imponiéndose y devuelve los colores a la costumbre.