En el principio fue la nube. De su transparencia
nacieron dos elementos: el ángel y el pájaro
RAFAEL PÉREZ ESTRADA
nacieron dos elementos: el ángel y el pájaro
RAFAEL PÉREZ ESTRADA
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Raudas, perezosas, espabiladas. Ricas, pequeñitas, estalagmitas. Rocosas, pizpiretas, elegantes. Rigurosas, punzantes, escuetas. Rameras, pamplineras, espartanas. Rabiosas, paupérrimas, enclenques. Retráctiles, puritanas, espesas. Rasantes, porteras, especiales. Rehenes, puñeteras, esternocleidomastoideas. Romanas, parisinas, espabiladas. Rugosas, perifolladas, empíricas. Respetuosas, pervertidas, enaltecidas. Renqueantes, peripatéticas, encubiertas. Risueñas, pitiminíes, empalagosas. Resabiadas, ptolemaicas, escurridizas. Reputadas, putadas, enólogas. Rompedoras, pringosas, endilgadas. Rusas, panameñas, enmascaradas. Ruidosas, pagadoras, enharinadas. Ricuras, pedestres, enjoyadas. Repipis pornográficas, épicas. Revueltas, paladeadas, endulzadas. Rimas, pecadoras, epicúreas. Rintintinas, pajiles, espeluznantes. Rábidas, porteñas, espigadas. Rezadas, palanganas, estériles. Rodadas, pezones, esperanzadas. Romboides, poliuretanas, escandalosas. Reales, preñadas, epidémicas. Rijosas, pajaritas, enveradas. Rancheras, poliédricas, espantamoscas. Ribeteadas, palatinas, exfoliadas. Ribereñas, primorosas, esponjillas. Nubes.