miércoles, 28 de agosto de 2019

06 | Tumba de Juan Ramón Jiménez


Atleta que se ejercita junto al estanque, el torso desnudo y los ojos fijos en la superficie, se desentiende. Culturista de la desmemoria, se vanagloria sin embargo de las gestas memorables que ampara. Tantos primera vez casi como existen. Pese a la umbría remodelada día a día por el jardinero municipal, cuya paciencia remunera un sueldo fijo, el verano manda al asilo a los muertos. Recogen las cruces de piedra y los ángeles de piedra, la grava de los senderos, las flores mustias en guirnalda, el jarroncillo con tulipán y agua sucia, los retratos ovalados. Y se quedan donde están.

sábado, 24 de agosto de 2019

05 | Tumba de Juan Ramón Jiménez


Un maestro que corrija dictados no pondrá tantos acentos como los vencejos la semana de junio que llegan. Sombras fugaces sobre las tumbas. Un pintor expresionista no volcará en el lienzo tantos goterones desde los cubos agujereados. Destellos vivaces en lo sombrío. A verlos me acerco hasta el cementerio y en lo monumental de alguna piedra me he sentado. Por capturar una imagen encuadro el cielo y cuando disparo las aves que venían ya se han ido. No me queda más remedio que darle la vuelta a la cámara y fotografiar al que siempre está aquí. Aunque se haya ido.


martes, 20 de agosto de 2019

04 | Tumba de Juan Ramón Jiménez


—¿No te gustaría llamarte Juan Ramón?
—¿Para qué? Ya tengo nombre.
—Es elegante. Sonoro. Te pega.
—Ah, ya. Para que tú te llamaras Zenobia.
—Quita. Qué nombre más feo.
—Regular.
—Suena a zanahoria.
—También es elegante.
—¿La zanahoria?
—Cuando quieres, te vuelves imposible.
—Si tú te llamaras Juan Ramón y yo Zenobia…
—¿No habíamos quedado que no te gustaba?
—Ay, déjame acabar… podríamos estar aquí…
—Ya lo estamos, ¿o no? Y con nuestros nombres.
—…para siempre.
—¿Ahí debajo? ¿Igual que esos?
—Para siempre. Juntos. ¿No suena bien?
—No estoy convencido.
—¿No querrás que te entierren a mi lado?
—Claro. ¡Solos!

viernes, 16 de agosto de 2019

03 | Tumba de Juan Ramón Jiménez


Tipo solitario, al frío no le interesan, sin embargo, las tumbas. Tampoco le atraerían los espejos en armarios roperos si le permitieran el acceso a las habitaciones. Nada que le recuerde a sí mismo le puede gustar. Lo que le obligue a encarar la nada que anida en su interior. Es lo que desalienta del invierno, aun cuando se haya ido y queden en la losa los nombres acostados sobre un viejo colchón de cifras. Aunque al hablar no se congele el aliento, las palabras al pie de la boca se petrifican si alguien se da la vuelta por mirarlo.

domingo, 11 de agosto de 2019

02 | Tumba de Juan Ramón Jiménez


Dicen que aquí no ha nevado desde el 54. Ni falta que hace, repiten, no hay mayor blancura que el encalado de las casas alineadas en las calles. Hay quien recuerda también los pétalos de azahar sobre el empedrado. Son disputas que armoniza el tintineo de las copas cuando el camarero las junta para llenarlas de un único vertido. Afirman unos que debió ver la nieve por segunda vez —la primera, en las calles donde no nieva y siempre está nevado— en Madrid; otros, en Nueva York. Luego piensan en la losa de pétrea piedra, pero sobre eso nada saben.

martes, 6 de agosto de 2019

01 | Tumba de Juan Ramón Jiménez


Las hojas que zarandea la tarde ventosa escuchan de lejos el ulular de la ambulancia que se lo lleva a la capital, y siguen cayendo. Nadie en el cementerio sabe del percance. El otoño ha empezado a arrastrar los bajos de la túnica, las zapatillas de esparto, el coscorrón del cayado. Las primeras, con el verde del silencio aún entre los nervios, abrigan el nombre de Zenobia. Las segundas, las fechas. Un día llegará al camposanto para no salir el jardinero. Mientras la junta tramita el puesto, la hojarasca continúa borrando los muertos. El nuevo funcionario se tomará su tiempo.

jueves, 1 de agosto de 2019

Dietario de sensaciones, 60



La noche deja en ocasiones una maraña de sombra sobre la copa de las encinas y de los robles, un cielo desplomado sobre bosque, una luz húmeda que es el título de un cuadro, «Invierno», caligrafiado en el reverso del lienzo por el pintor. Abandona la tiniebla un fardo del aire frío que ha vertido en las laderas del valle y frente al que los rayos del sol fracasan en su propósito de seducción. En silencio, por no helar las palabras, camino por el sendero que se adentra en la niebla. Bajo el anorak presiento el calor del próximo verano.