jueves, 28 de mayo de 2009

Nostalgia de los suplementos literarios

El fallecimiento reciente de un crítico me recuerda la agonía del oficio que practicaba. El modo como años atrás fue apartado del diario donde trabajaba Ignacio E. (aunque no me gustaran sus argumentos, con frecuencia apriorísticos: igual podían servir para denostar un libro que para ensalzarlo) ilustra el óbito de la crítica literaria en los periódicos; el día en el que el redactor jefe se dijo faltaría más que pueda escribir lo que le dé la gana por encima de los intereses (lo que de hecho pensaban todos: editores, autores y hasta críticos) y actuó en consecuencia: instaurando el boletín.

lunes, 25 de mayo de 2009

Turistas

Me siento en la plaza de la Sagrada Familia a ver pasar turistas. Igual que ellos contemplan la ciudad feliz de los monumentos y sus bellezas, yo admiro la pasión de la pareja viajera, la amistad de los grupos de amigos, el espíritu familiar de las familias. Ni ellos ni yo asistimos a un espejismo. La ingenuidad que rodea al turismo es una vía necesaria para la felicidad: creer que el mundo está bien hecho en otra parte. Lo que no saben de nosotros —lo que no sé de ellos— permite la percepción sólo de lo amable. Que también existe.

viernes, 22 de mayo de 2009

Addenda a «Me acuerdo», de Elías Moro, en Calambur

ME ACUERDO de la primera carta que recibí de Elías. Como si protagonizáramos una película de espías, llegó con una contraseña para que le reconociera: los tranvías de Lisboa.

ME ACUERDO de que me había olvidado de que leí la primera edición, más breve que ésta, de Me acuerdo; pero me acordé de que lo había leído en cuanto puse los ojos en sus versículos, algunos acaso relato.

ME ACUERDO de tantas cosas cuando lo leo. De las trencas, los gordinis, los tentetiesos, los plomos fundidos. De que quise ser impresor. Y de que mi madre también me llamaba Adán.

jueves, 21 de mayo de 2009

Blusa malva y asfalto

Al tacto siempre lo nuevo vibra, cruje. El chasquido de la bolsa de celofán al dejarla sobre el mostrador. El frufrú del papel de seda que da cuerpo a la prenda doblada, al desdoblarla. Pan horneado, hoja de laurel desprendida de la rama. Llamita que se enciende en los ojos es el color no desgastado por la luz, un tintineo de puertas que se abren. En la baraja de lo nuevo falta siempre el as del deterioro. Quizá por eso tiemblen las manos necesitadas de esta ausencia. Incautas manos que en casa tirarán celofán, papel y crujidos a la basura.

martes, 19 de mayo de 2009

Alberto:

está bien que vayas escribiendo mientras aguardas —o la buscas, da igual— la llegada de la poesía. Como posiblemente se retrase, no por ella, que suele ser dama puntual (un oxímoron como otro cualquiera), sino por ti, que la recuerdas como una pequeña emoción efímera cuando acaso ya sólo sea una conmoción cerebral, pues no está mal escribir otras cosas, de otro modo, contarlo incluso si uno no sabe de qué hablar. De hecho, cuando haya pasado el tiempo tal vez descubras que su ausencia es lo mejor que te ha dado. Ella es así. Kafka la llamó la metamorfosis.

domingo, 17 de mayo de 2009

Mompou

Barcelona, composició decorativa, 1932. Óleo.
En cuanto uno se detiene a observar los cuadros de Josep Mompou (1888-1968) expuestos en La Pedrera descubre no pocas paradojas en el remanso de su coherencia. La que más sorprende: que siendo un pintor culto que encubre las citas con discreción y elegancia, su mirada hacia la realidad coincida siempre con la tópica del paisajista de fin de semana. Su afición a las naturalezas muertas contrasta con una aspiración colorista inquietante. La distancia sentimental que impone a los motivos, propia del convencionalismo burgués, no logra ocultar un aire cosmopolita. Y al revés, su cosmopolitismo se tiñe de tristeza provinciana.

viernes, 15 de mayo de 2009

Económicos economistas

La consecuencia más cargante y antipática de la crisis es que vaya uno por donde fuere siempre encuentra a alguien hablando de economía. La economía es la única ciencia cuyo conocimiento tiende a la simplificación y generalización máximas. Dicen «3% de PIB» como si fuera una revelación. Suelo compararlo, entonces, con alguien que al regresar de Estambul afirme «los turcos usan bigote» como sublime exponente de su experiencia. Con todo, estas simplificaciones resultan lo más sensato que se escucha decir a los economistas; cuando se ponen a hablar de la sociedad y la analizan con más palabras, provocan vergüenza ajena.

miércoles, 13 de mayo de 2009

Hildur

Ayer, en la cripta de La Central del Raval alumbramos Hildur. Oficia sobre la memoria Mauricio Wiesenthal, proustianamente. Toni Montesinos, impaciente por condición, habla «bien e tan mesurado» de la paciencia. La literatura órfica estrena su novela sobre Eurídice. No sé por qué el regreso de Orfeo a las tinieblas uno se lo imagina camino de los cielos. Acaso porque el infierno esté siempre en la orilla de aquí. Hildur/Eurídice emprende el aciago viaje a la vida en busca del busto de sal de su amado. Aunque la sal le entre por los ojos, por la boca, por el alma.

domingo, 10 de mayo de 2009

Multatuli (tríptico)

(1)
En Ámsterdam, conforme se sale de este café, a la derecha, en mitad del puente que cruza el canal, donde antiguamente se alzaba una torre carcelaria, hay una escultura de piedra oscura que evoca la figura de Multatuli, seudónimo del escritor Eduard Douwes Dekker (1820-1887). Su novela más célebre es Max Hávelaar (1860), cuya traducción del neerlandés por Francisco Carrasquer ahora se reedita. La importancia de esta novela tiene fundamentos sociales: la denuncia del injusto trato a la población asiática en las colonias —hoy Indochina— bajo el amparo del rey de Holanda. Pero el valor emana de su dimensión literaria.

(2)
Multatuli, que regresa a Ámsterdam con la experiencia amarga de la vida en la colonia, no se limita a relatar su caso; sino que despliega la denuncia en una asombrosa multitud de niveles de expresión, que reúne el simbólico —las fábulas sobre la vida de los indígenas—, el dramático —las conversaciones entre los colonos—, el naturalista —los casos concretos—, el satírico —dando voz a los perpetradores de injusticias—, el documental —con un conjunto de cartas oficiales estremecedoras— y, finalmente, la intervención directa, en las páginas finales, donde el propio Multatuli, en su nombre, clama su denuncia.

(3)
Multatuli engasta su historia en un diestro juego de autorías —los narradores son un comerciante burgués y un joven idealista alemán— tan cervantino como borgiano. Y pessoano, pues él mismo se desdobla en dos personajes: Hávelaar y el escritor desgraciado, Chalman. Su portentosa ironía utiliza dos curiosos recursos: el vivo diálogo y apelación constante al lector, y las sarcásticas observaciones metaliterarias sobre la propia escritura de la novela. Ambas características lo hermanan con otro escritor de la misma época, pero del otro lado del planeta: Machado de Assis (1839-1908). El inicio del capítulo IV se diría escrito por el brasileño.

viernes, 8 de mayo de 2009

Haworth's notebook, & 3

Daba igual contar de mayor a menor que de atrás hacia delante, siempre me tocaba en medio. Mis dos hermanas, la grande y la pequeña, en las ventanillas, que atesoraban cuanto podíamos necesitar durante el viaje: aire fresco si nos mareábamos, gente curiosa cuando cruzábamos poblaciones. Nunca descubrí el modo de alterar el orden para evitar el odioso asiento trasero central del coche cada vez que mi padre se sentía nostálgico del pastel de ciruelas de la abuelita y embarcaba a todos, hasta los ositos de peluche, en la gran travesía desde nuestro barrio hasta el pueblo en las colinas.

jueves, 7 de mayo de 2009

Haworth's notebook, 2

Un cartelito inane, en una calle por la que nunca antes se ha transitado, sugiere de repente otra cotidianidad. Y al mirar hacia la ventana es el reflejo de uno mismo lo que se ve tras los visillos, con una taza de té en las manos, dándolas calor, y los ojos prendidos en la lluvia que no cae en Haworth; tarde de nubes obesas que se pavonean por un cielo extraído de la paleta de un mal pintor. Y el verso en el que esté pensando le deja a uno pensativo. Una casa en alquiler invita siempre a otra vida.

martes, 5 de mayo de 2009

Haworth's notebook, 1


Para Yolanda Soler Onís, que me contó esta historia

Jamás soñé de niño con el oficio que me llevaré al Más Allá. Di tumbos hasta que me acogió el Reverendo Brontë en su parroquia y me enseñó los nadires de la tipografía funeraria. Para labrarla me sobraba maña y paciencia. Incluso aprendí, con los años, el primoroso inglés con que una vida merece ser llorada por sus familiares durante generaciones. Para labradores y artesanos sin hidalguía yo mismo rebuscaba palabras que les otorgaran eternidad. Mucho más que mi propia lápida me costaba esculpir el papelito que el Reverendo me entregó tras la muerte de cada uno de sus hijos.

domingo, 3 de mayo de 2009

Anotaciones a la vuelta, y 5

Cuando llego a la estación del aeropuerto, un tren acaba de partir. Me siento a esperar el siguiente en el andén vacío. Diez minutos después me acompañan unas pocas personas. Veinte minutos más tarde, sólo algunas más. En los diez minutos últimos un río de gente invade mi antigua soledad. Si cada tres minutos aterriza un avión, y el flujo de personas es necesariamente aleatorio, ¿qué ley explica este importante crecimiento de su intensidad ante la inminencia de la salida ferroviaria? No sé qué dirá la matemática; la sociología conoce bien la atracción de las multitudes hacia las recompensas inmediatas.

sábado, 2 de mayo de 2009

Anotaciones a la vuelta, 4

El avión entra en la península por el cielo de Cádiz y su ruta continúa hacia el norte paralela a la costa. Cuando sobrevuela el delta del Ebro me sorprende y excita que el paisaje se parezca tanto a los mapas donde aprendí geografía. Imagino que buena parte de las emociones estéticas nacen de esta coincidencia de lo real con lo que nos enseñaron —pensamos o creemos— que es la realidad. Celebramos la desaparición de los dualismos. Y sorprende esta identidad porque tal vez lo normal sea que la realidad ni siquiera se parezca a lo que creemos que es.