domingo, 28 de julio de 2013

Caligrafías / 6


No es fácil leer las líneas del destino en los violentos montones de libros que nadie quiere. Su enmarañada caligrafía confunde. Como signos de una civilización derrotada cuyos significados se han diluido en la sangre de los nuevos colonos, así opera la tipografía despreciada. En la sombra. Literalmente en la sombra, en aquella que proyecta quien busca sobre el amontonamiento y quien espera. A veces, casi todas, se yergue de la genuflexión con que ha revuelto en el caos y se va. Raramente ocurre el prodigio del encuentro. Ese estremecimiento que también siente el libro. Por él se deja apilar.

jueves, 25 de julio de 2013

Caligrafías / 5


El conjunto de metáforas de una vida sale como lote a subasta cada madrugada de mercado. Conforme pasen las horas se irá descomponiendo el poema igual que bajo tierra lo hace el cuerpo que dirigió la orquesta de tropos a la venta, y uno a uno los objetos se irán incorporando como símbolos a otras versos, a la épica de un encandilamiento o a la lírica de una ausencia. Quién sabe. Y así, en esas metáforas que pasan de pared en pared, de vitrina en vitrina, acaso conserven lo único que perviva de un ser. Una memoria muda y áptera.

martes, 23 de julio de 2013

Caligrafías / 4


Avaro de su soledad, delata cualquier acercamiento. Lo repele con la amenaza de oscuridades, esa negrura tejida por el tiempo como pudorosa túnica ante la vida. La caligrafía uniforme del polvo no distingue entre las propiedades de la materia, ni le importa el alfabeto o el idioma que amortaja con su persistencia. Se sabe milicia imbatible, hormiguero en plena actividad reproductora, plaga, epidemia. Se denomina a sí mismo heraldo del señor más poderoso de cuantos rigen el acontecer, el olvido. A diferencia de la muerte, sus suciedades ásperas y secas prescinden de ritos. Esa carencia es, posiblemente, su mayor fortaleza.

domingo, 21 de julio de 2013

Intemperie / 15


Sin alguien que mire, ¿quién otorga realidad a la realidad? Lo preguntaba el obispo Berkeley, lo sugieren los físicos del presente, que ubican en el cerebro lo que los demás creemos que está ahí afuera. Sin alguien que esté mirando, ¿cómo saber que ocurre lo que está ocurriendo? Quizá la pregunta que esta pregunta sugiere sea otra: ¿Por qué el sujeto cada vez se siente más desvalido a la hora de certificar su experiencia por él mismo? Pero tampoco esta es la pregunta más curiosa: ¿Por qué necesita que quien esté mirando sea un ente múltiple, anónimo, una red social?

viernes, 19 de julio de 2013

Becqueriana / 24


Por el gusto de mirarse al espejo y contemplar su belleza, las acacias siembran el suelo de flores amarillas, tantas en el reflejo sobre la tierra como en sus ramas, y en idéntica disposición. El jazmín crece tan prieto para que no se cuelen las sombras entre sus hojas, ni siquiera al anochecer, cuando sigue exhibiendo la luz de su fragancia. Las magnolias tallan con paciencia de orfebres las áureas flores que lucen en la solapa de su traje de terciopelo oliva. El jardín escribe el poema del verano en los ojos. Las manos abiertas lo recitan en voz alta.

miércoles, 17 de julio de 2013

Becqueriana / 23


Las palabras mantienen armarios, altillos, trasteros, desvanes e incluso cobertizos donde guardan montones de significados que no muestran cuando exponen su caligrafía. Quien las lee suele quedarse con el sentido que luce en el escaparate, sin ir más allá, sin indagar donde un simple trapo del polvo devuelve brillos antiguos o sabores ya desaparecidos. En cada palabra está inscrita también la luz que la iluminó y el tacto de la madera que sostuvo su escritura, los sonidos que pudo oír antes de viajar hasta el oído, donde al ser pronunciada enciende recuerdos tal vez inexistentes. Las palabras usan doble fondo.

lunes, 15 de julio de 2013

Becqueriana / 22


La tarde escribe novelas con los argumentos del verano. Sabe investigar qué ocurre en los intersticios que aparecen entre los pétalos de la rosa. Lo que oculta la frondosidad de las hortensias. Quién causó la tristeza de las glicinias. La tarde imagina y cuenta la coartada de las nubes que trajeron la lluvia súbita, atormentada, los mensajes cifrados que dejó en el aire el trino del ruiseñor, el código secreto del vuelo de las mariposas. La tarde es una escritora de best sellers y también de libros cuyos títulos no conoce nadie. A ambos géneros trata con la misma dedicación.

sábado, 13 de julio de 2013

1881

Sir Justo Horacio Perry consuela a Carolina Coronado en Lisboa 

Cabecita de poetisa, sí. Conservas su belleza y también su locura, mi dulce esposa. Decir que las paredes de Mitra no hablan tu idioma. Qué ocurrencia. Sencillamente no hablan, ni a ti, cariño, ni a nadie. Aunque tal vez lo que necesiten para comunicarse por telégrafo sea un cable que las conecte (ríe). Mira estos dibujos sobre los ladrillos azulejos de la escalera. Hablan de historias antiguas que ignoramos, pero algún día, en un futuro palacio, los artesanos copiarán nuestros retratos junto al trazado del cable que cruza el océano. Convéncete, esta inversión será nuestra Gran Obra para la Humanidad.

jueves, 11 de julio de 2013

1881

Cornelia Adriana repudia las cartas de amor de su primo Vincent

Cómo quieres que lea la sarta de sandeces que me escribe cada día desde que llegó a Etten sin que nadie sepa qué demonios se le ha perdido aquí. Ya cometí el error de leer la primera que me mandó, y aún echo espuma por la boca. Maldito holgazán. ¿Por qué no se enamora de un pozo y se tira? Solo imaginarme su cuerpo seboso de zanahoria me entran arcadas. Y además, qué futuro tiene. Se pasa el día pintando tontadas. El otro día me enseñó un sembrador que parecía un payaso con retortijones. Que cosa más fea. Qué pesadilla.

martes, 9 de julio de 2013

1881

Vincent Van Gogh se enamora en Etten de su prima Cornelia

Pasos de nube sobre la arena es la inaudible fricción de las alpargatas de los sembradores al amanecer. Un silencio de rebanada de hogaza en la lumbre. Los hatillos de tela, cruzados en el pecho, albergan tantos síes que quiero saltar por la ventana y unirme a ellos en su jornada. La mía sembrará solo estas palabras que te escribo entre las lascas de granito de tu nombre, Kee, y tras rodar por su desnivel de alta montaña caerán en el regato que corre hacia ninguna parte. No lances al fuego esta carta, por piedad. Este temblor azul y amarillo.

domingo, 7 de julio de 2013

1881

Carolina Coronado recuerda a su hija muerta

Inhóspito lugar para quien despierte, la tierra. Su húmeda, áspera, doliente terquedad. Yerma negrura donde solo gusanos y alimañas transitan. Deja siempre, Carolina, hija, tu mano posada sobre el terciopelo de aquella cama para que sientas el calor de su luz si despiertas. Un espejo por si has de arreglarte el cabello, un tarro con polvos para tus sonrisas. Cuando despiertes del silencio con el que te ausentaste. Agreste refugio para quienes el corazón y las palabras y los sueños aman, la tierra. Inmunda sordera, clausura, sinrazón. Le hablo a las paredes, que no conocen mi idioma, hablándote a ti.

viernes, 5 de julio de 2013

Becqueriana / 21


Acicalada con polvos de arroz, la luz se pasea en bata por la mañana. El viento la reprende desde las cañerías. Transitan las nubes sin explicar hacia dónde se dirigen. Nadie parece contar con ella. Persianas echadas, comercios cerrados, semáforos en verde. Habrá quien ande besándose en la penumbra de algún portal; otros se abrazarán, es posible, en sueños. Despeinada y ojerosa, la luz regenta un café en el que da igual que haya madrugado para abrir sus puertas. Las sillas continúan bocabajo sobre las mesas. Los cruasanes se reblandecen en el cesto. Una luna diurna sonríe en lo alto.

miércoles, 3 de julio de 2013

Becqueriana / 20


Irradian tanta suavidad en su tersura que aún antes de morderlas ya palpitan donde la sangre las presiente. Tanto brillo su piel arrebolada, su mejilla incandescente por movimientos que no encontrarán nunca palabras que los describan, su bola de cristal escarlata que absorbe toda la luz de la noche. Tanto resplandor emanan de su cielo diminuto que ciegan. Tanto jugo promete su dejarse acariciar por la lengua, la tierna penetración que ofrece a los dientes, el terciopelo para cubrir las paredes del paladar. Tanto dulzor concentrado en la dimensión exacta de un beso, ahí, encima de la mesa. Las cerezas.

lunes, 1 de julio de 2013

Becqueriana / 19


El abrazo de la luna crece día a día. Unas noches hacia la luz; otras, camino de la oscuridad. Una metamorfosis que la conduce siempre hacia el interior de sí misma. El agua de las fuentes nace al atardecer tras haber sentido un presagio. Y como hontanar repentino, traza un cauce que serpentea sobre la arena. Que su movimiento refleje el rostro de la luna será su manera de quedarse quieta, ella, el agua, la constante fugitiva. La que da frescor a los labios de los amantes. Antes del abrazo, cuando se buscan, desconocidos, en el terreno de los sueños.