Toman la luz de donde venga, de noche de las farolas tímidas y de día les gusta por su gama de dorados el sol de la tarde. Sólo gracias a esta artesanía del brillo las vías tranviarias soportan la terca racionalidad de su trazado. Aprendo con su euforia, observándolas, y me digo que también la vida, de horarios y hábitos tan rectilíneos, ha de manejar como un espejo los destellos que le alcanzan. Sobre todo ahora que ya no circulan los tranvías y han empezado a asfaltar el empedrado desde la avenida con una destreza que me deja sin metáforas.
martes, 24 de mayo de 2011
viernes, 20 de mayo de 2011
Buenos días, noche 6
Necesitaba saber quién era Heráclito. Lo creí explicado en un libro de tapas azules que aguarda sobre la mesa desde hace tiempo, pero cómo abrirlo delante de tantas miradas, cómo repantignarse así en la lectura. Quiero saber algo sobre Heráclito acaso también para contárselo y en mi libreta de notas encuentro unos garabatos ilegibles que no he escrito ni conozco quién sea su autor. Abro el libro de tapas azules sin ver sus páginas y cuando la confianza me lo permite miro, y ante mis ojos el papel se cristaliza; láminas brillantes, negras, que absorben la luz y devuelven tinta.
lunes, 16 de mayo de 2011
Buenos días, noche 5
Así el día, igual que se busca el urinario dentro de un sueño. Y no se piensa en otra cosa y alegra encontrar un pasaje comercial donde ha de existir por fuerza un retrete. Y uno entra y mira a las alturas para descubrir la pareja de monigotes con la que indican el camino que ha de seguir su ya único deseo. Y recorre las galerías, desatento a su pesar a tantos escaparates brillantes, seductores. Y gira a un lado y a otro, y avanza guiado por la sensación de inmediatez, aunque sepa que sólo cuando despierte dará con él.
jueves, 12 de mayo de 2011
Buenos días, noche 4
La llegada del día es como el pantalón extraviado en el armario hace años que uno encuentra al ir en busca de los calcetines y le alegra tanto haberlo descubierto que no duda en quitarse el que ya se había puesto para que con la prenda reviva el recuerdo de los tiempos en los que lo lucía y le gustaba lucirlo, pero cuando introduce la pierna derecha no logra que el pie aparezca al cabo de la pernera y aun así precipita la pierna izquierda en el tubo correspondiente y patalea y gesticula por forzar el camino que no halla.
domingo, 8 de mayo de 2011
Buenos días, noche 3
Siento la euforia de quien anoche escribió el pedacito quinientos de este mosaico y se despierta ansioso por colgarlo en la red, antes de desayunar y aun de peinarse. Le doy a los botones y aguardo. No sé muy bien qué significa haber escrito quinientas astillas de un madero triturado, quinientos trocitos de nada, pero estoy contento. No se ha podido establecer conexión con Internet —dice la pantalla. Me levanto: el módem parpadea, plaf, plaf, plaf y luego se enciende la luz roja. Una y otra vez. ¿Y mi aniversario? ¿Y mi charco? ¿Mi rinconcito? No se ha podido establecer.
miércoles, 4 de mayo de 2011
Buenos días, noche 2
Nada más sonar el despertador y estirar el brazo para apagarlo lo veo, es una mancha oscura sobre la piel. Luego dos, tres acaso. Son como pequeños bultos vaporosos. Enciendo la lamparita del cuarto. Son como copitos de algodón negros. Levanto la tapa, están por todo el cuerpo. Subo la persiana. No duelen, sin embargo, estas mínimas protuberancia etéreas, de límites confusos. Con brillo betunado. Están pegadas a la piel, estiro una y se va deshilando, como un cachito de oscuridad que me fuera quitando. Luego otra, y otra, con gesto febril. Como trocitos de noche. Y otra. Como angustias.
domingo, 1 de mayo de 2011
Buenos días, noche 1
Los postigos cerrados cuelan el tenue resplandor de un hilo de luz. Ha llegado el día y me levanto para abrirle la ventana y dejar paso a su ímpetu. El cielo ambarino, la brisa fresca, las flores de los tiestos recién salidas del obrador nocturno. Voy a regresar a la cama, y al darme la vuelta mi rodilla tropieza con un mueble que no he visto. El cuarto permanece a oscuras, con el único matiz del punto rojo del despertador en el otro extremo. Compruebo que no haya cerrado la ventana por error. Miro adentro y veo sólo oscuridad, noche.
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