Ni se me hubiera ocurrido pedirles que hicieran lo que en aquel momento inaugural hicieron, como si se tratara de dos subordinadas con contrato temporal, o incluso, dos empleadas sin papeles a las que incomoda tanto darles trabajo como negárselo. En fin, no me considero culpable, aunque fuera yo la responsable de sus movimientos, de lo que por su cuenta planearon para obtener sensaciones y conocimientos que nunca había pretendido alcanzar por mí misma, en mi centro de control, que era el pensamiento. No fui yo quien desabrochó los botones de la camisa del muchacho aquel, sino ellas, mis manos.
viernes, 28 de julio de 2023
domingo, 23 de julio de 2023
Cuentos del hada jubilada (septuagésimo tercero)
No me ha confesado nadie haber tenido un sueño, de los que se persiguen despierto, donde transitaba entre sonrisas de desconocidos con una copa en la mano. Exudando ambos, los cuerpos y los vasos largos. Tampoco he sabido de nadie aficionado a la música de fondo (pero en superficie) que suena en los cócteles. Ni de entusiastas de los trajes que se lucen como si todos se hubieran vestido con lo primero que han encontrado al sonar el despertador. Nadie que haya cambiado una actividad familiar por oír pésimos chistes en los corrillos de dirección. Y, sin embargo. Incluso diría.
martes, 18 de julio de 2023
Cuentos del hada jubilada (septuagésimo segundo)
Como irse a vivir fuera de la ciudad, a un suburbio que queda lejos del lugar de trabajo, con pocos servicios, ningún consultorio, un abúlico supermercado y aire no del todo más limpio por las fábricas que, construidas en la distancia, el urbanismo las ha saltado para seguir expandiéndose. Tal que así fue abandonar el territorio de la infancia donde tan risueña había crecido. De repente, un depender del horario de los trenes, del retraso de los autobuses, de la previsión de las compras, del olvido de los espectáculos, del vacío de las calles. Adolescente que se revienta los granos.
viernes, 14 de julio de 2023
Cuentos del hada jubilada (septuagésimo primero)
Nunca parece haber nada en lo que existe en la isla. Solo lo que está a la vista. El repetido vaivén de las olas rutinarias. Y sobre las dunas, la rala maleza que el viento con desdén despeina. Un sendero lleno de charcos que nutre la tierra misma allí donde la erosión es más profunda. Para olvidarlos basta avanzar sorteándolos. Nada de cuanto se ve prende en la memoria. Lo que daría entonces por escuchar al oído alguna de las canciones de Ariel, acompañadas quizá por el eco de un lejano campanario, que le atribuyera un significado a tanto pasado.
lunes, 10 de julio de 2023
Cuentos del hada jubilada (septuagésimo)
No se mueve el aire en los pensamientos previos al sueño. Nunca se eleva sobre el bosque el rumor de las hojas, ni tampoco el gorjeo del pájaro que se detiene sobre la rama. No tiembla la maleza por el paso de alimañas bajo la hojarasca. El arroyo que zigzaguea por la ladera camina hacia los tiempos futuros mudo. Como el rebaño que puntea, desde lo alto, la unanimidad cromática del prado. Así el sendero por donde avanza un carro cargado de heno. Y en esta quietud, qué mal se comprende el lejano resonar del hacha que tala el tronco.
miércoles, 5 de julio de 2023
Cuentos del hada jubilada (sexagésimo noveno)
Me cuenta Leila sus vacaciones en la hermosa casa junto a la playa que le han prestado. La veo, sudorosa, cuando vuelve de correr. Está contenta, pero angustiada pensando que cada día que pasa es un día menos para su gozo con fecha de caducidad, y al mismo tiempo ansiosa por aprovechar hasta la última gota de su tiempo aquí. Sin perder ni un segundo, me promete. Leila, le digo, qué equivocadas andas. Para ti el tiempo solo es sinsabor por lo pasado y futuro aún sin sabor. Ni te enteras de que el helado solo existe en el presente.
sábado, 1 de julio de 2023
Cuentos del hada jubilada (sexagésimo octavo)
Ahora que estoy muy jubilada, y ya no se me requiere para maravilla alguna, contemplo la ciudad desde el balcón. Fue casi instantáneo mi abandono de la práctica de la magia oculta y el que los elfos encontraran empleo y los gnomos pudieran ascender en el escalafón. Pensé que me dejarían en paz. Pero aún me rondan los duendes con atravesada mirada, y me pregunto qué querrán de mí, ahora que ya no atesoro nada. ¿O sí? Miro alrededor: este balcón, la tumbona para leer, la cocina donde me preparo un daiquiri. ¡Mi pisito de hada boomer en el centro!
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