Las palabras —la palabra que acabo de copiar y también las que le seguirán— forman antes de aparecer en la frase un montoncito de ladrillos. Retiro una. La sumerjo en el cubo de agua. Unas burbujitas achampañadas salen de cada palabra mientras se sellan sus poros. La extraigo luego y unto un poco de argamasa en una de sus caras. El cemento de los sueños lo he mezclado antes con la arena de lo vivido. Y la coloco en su lugar, siguiendo el nivel que marca un cordel tirado a plomo. Ladrillo a ladrillo, escribo la casa que me acoge.
viernes, 30 de mayo de 2014
martes, 27 de mayo de 2014
«Alambres», de Lola Nieto
Lola Nieto (1985) presenta en su primer libro una fábula contemporánea, en la estela de la metamorfosis kafkiana, dividida en dos partes que se corresponden también con dos registros opuestos de una misma evocación: un poema fragmentario, astillado se diría, y unas turbadoras prosas de dietario que en cierto modo ofrecen a posteriori claves para desentrañar los elípticos versos. Un texto impresionista que traza una simbiosis entre la vida animal —una perra negra—, la vegetal —con su propio neologismo: «serárbol»— y la subjetividad, encarnada en una Perséfone que responde más al juego pseudoetimológico del término (para-sí-habla) que al mito.
(El Ciervo nº 747. Mayo-junio, 2014)
lunes, 26 de mayo de 2014
Portuaria # y 7
«Siete es el número de los silencios». Lo escribí en aquel libro que mereció el Premio Local. No sé por qué nunca se cita este premio. Los premios no tienen importancia, pero si se citan, hay que citarlos bien. «El siete se estremece ante el silencio». Este verso causó pavor en el jurado del Premio Regional, decisivo en mi carrera. Ahora me concentro en el Premio Nacional. Por cierto, ya no puedo hablar de números, el presidente del jurado es alérgico a las matemáticas. Ni del silencio, Fulanito es pro discurso. Y Menganito, ¿qué pensará Menganito de lo que pienso?
sábado, 24 de mayo de 2014
Portuaria # 6
Biu biu biuti ful, jolí, linda jolí. No not no te digo más. O ni me menos. Biu biuti biutiful. Jolí. Co como quie quiera que se di diga. Chun chune frau. Frau. Chun. Jolí, linda jolí. Si si pudiera pudiera de decir telo en ver en ver en verso. Odi Odis Odiseo como Odiseo al palo al palo ama amarr amarra do amarrado al palo al palo. Biuti, jolí, frau, lin linda. Odi Odiseo yo yo. Tú si tú si tú sirena. Yo be be bebi do. Tú tú al tú alco ho ho hol. Chun frau. Linda. Jolí.
jueves, 22 de mayo de 2014
Portuaria # 5
El aburrimiento le llevó al extremo de escribir versos. Contó sílabas con los dedos, aunque no recordaba dónde iban los acentos. Los dejó allí donde cayeran. Total, nadie iba a leerlo. Sentado en la escollera, reunió unas cuantas palabras que le parecieron hermosas. Poéticas. Al cabo de un rato se sentía exultante. Un poema. Mejor: ¡Un poema! Arrancó la hoja de la agenda. En una papelera encontró un bote de mermelada. Sucio. Guardó el papel, lo cerró y lo lanzó al mar. Esperanzado. Regresó paseando. Al doblar el muelle del puerto deportivo vio un tronco flotando. Al lado, su tarro.
martes, 20 de mayo de 2014
Portuaria # 4
Es rubia. La piel muy blanca. Nieve recién caída sobre los prados, la piel. El cabello del color de los atardeceres de verano. No de los de ahora, de los de antes. Y alrededor de su cuello blanco, un lazo azul. Un collar, sí, tal vez. La melena, una red que atrapa las miradas. Su vientre, un óvalo perfecto. Sus manos son las mías cuando suelto el cabo y se desliza sobre la sábana del puerto hacia la bocana. El chapoteo de sus pasos cuando la impulsa el remo. Se llama Laura. Se llama Madonna Laura. Y está en venta.
sábado, 17 de mayo de 2014
Portuaria # 3
—Sí, es de los nuestros.
—Es cierto. Pero.
—Nada de peros. Es uno de los
nuestros. Y basta.
—De acuerdo, de acuerdo. Sí,
estoy de acuerdo.
—¿Entonces?
—Bueno, está aquel escrito, ya
sabes. Quizá lo redactó sin creerlo.
—Di obligado.
—Quizá empujado por las
circunstancias.
—Di manipulado. ¡Coaccionado!
—Pero ahí está. El texto.
—Como si no estuviera. Lo
quitaremos de las obras completas.
—No se puede hacer eso.
—¿Por qué? Tú mismo lo has dicho.
Obligado y manipulado. Son palabras tuyas. Luego, si no es suyo, hay que retirarlo.
—Eso es imposible.
—Me pregunto si tú eres de los
nuestros.jueves, 15 de mayo de 2014
Portuaria # 2
Una mañana salieron todas las embarcaciones menos la suya, que se quedó amarrada, oscilando, pensativa. Tampoco apareció el viejo al día siguiente ni al otro. Semanas después se subió a la barca un joven, le echó fuel al motor y la arrancó. Salió a pescar con los demás. Dijo que se llamaba Ernesto. Igual que el viejo. Pensamos que quizá fuera un hijo. Pródigo, no sé. Al cabo de un tiempo Ernesto ya era él. Alguien le preguntó por el otro, por el dueño de la barca. Le respondió de espaldas, con desprecio: El único Ernesto que existe soy yo.
martes, 13 de mayo de 2014
Portuaria # 1
Anclado en el puerto y sujeto al noray, un barco es un cuaderno con las hojas en blanco. Un nieto del Pequod que muestra orgulloso la foto de su abuelo a quien se acerque. Así funciona el mecanismo de la ficción. Una piedra que lanza el niño a espaldas de sus padres por ver cómo se rompe el cristal del agua en forma de círculos que no acaban. Y lo que era fiel pizarra que mostraba las ecuaciones de la realidad, de repente se transforma en plasticidad ininteligible. Desconocido idioma que el muchacho, ya castigado en un banco, tampoco traduce.
sábado, 10 de mayo de 2014
Cuaderno de tapas rojinegras \ 16
No todas las plumas con las que escribo en el cuaderno de tapas rojinegras están en óptimo estado. Antes, quizá, debería anotar lo feliz que me hace poder escribir de nuevo en estas páginas con pluma. Los papeles ya no admiten la tinta y durante años mis borradores eran necesariamente a lápiz. Temo el momento en el que se acaben las hojas de este cuaderno cuyo papel no transparenta ni los borrones. Que no son pocos, pues elijo la pluma en peor estado; la que, cuando acabo de escribir, me deja los dedos impregnados de su color oscuro. De escritura.
jueves, 8 de mayo de 2014
Cuaderno de tapas rojinegras \ 15
No son buenos pintores, los lugares. No les guía ninguna estética. Lo ancho resulta estrecho. Lo menudo, basto. Tampoco entienden los colores. Los mezclan mal. Desconocen la simetría, estropean la perspectiva, alteran la ordenación. En una lámina solo convocarían irritados garabatos en rojo del corrector. Algún improperio, quizá. Sin embargo, a diferencia de las obras artísticas, los lugares huelen. Los pasos resuenen en su interior. Les hablan con sensaciones a los dedos que se aventuran. Cultivan higueras cuyos frutos carnosos se ofrecen con desprendimiento. Lo hacen todo sin boceto ni premeditación. Nunca serán reconocidos paisajistas. Una simple niebla los ciega.
martes, 6 de mayo de 2014
Cuaderno de tapas rojinegras \ 14
El papel donde la mañana sosegada se convierte en escritura aún conserva las irregularidades del molde que filtró el agua. Y pequeñas motas grises, también partículas oscuras, restos de ciertas impurezas que acabaron trituradas junto a los periódicos viejos, los trapos y los cartones con los que se hizo la pasta pobre de papel que unas manos artesanas encuadernarían, después del secado. La pluma va tropezando en los baches de la hoja. Y la caligrafía avanza turbia. Un cauce removido en el que el lodo del fondo asciende a la superficie. Una forma de dejar de ver que muestra más.
sábado, 3 de mayo de 2014
Colores Níveos
La luz enharina la masa moldeada de la realidad antes de introducirla con la pala en el horno del día. Instante en el que despiertan los pájaros bajo las cornisas y entre la yedra. Accidentada sinfonía que borda cenefas alrededor de la sábana del silencio. Momento en el que sobre las hojas del magnolio las gotas de rocío dibujan en universos diminutos el esplendor de sus flores. Tiempo de nubes perezosas que de mala gana se tumban en la alfombra del cielo a cumplir, antes que a hacerlos, con sus ejercicios de levitación. Un abrir el libro por cualquier página.
jueves, 1 de mayo de 2014
Canción de cuna de la marea baja, y 5
Los libros que casi se sabe de memoria junto a alguno que no ha leído. Los trenes en miniatura que surcan la mesa del comedor. Los carretes perfectamente ordenados con las instantáneas de lugares increíbles. El álbum de sellos que completó con su padre y los que rellena con los viajes. Las figuritas de búho en diferentes culturas y materiales. Los cuadernos de anillas con dibujos de la infancia, cuando algún prodigio prometía. La Leika del 32 que tanto había deseado. Todo lo que hemos sido cabe en la caja de fruta donde lo amontonará el vendedor de los Encantes.
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