—¿Te acordarás de mí?
—Claro. Siempre. Has sido un año inolvidable.
—¿De verdad?
—Claro, muchacho. Un año, no sé, fantástico.
—Gracias. Me enorgullece eso que dices.
—Un año, buf, impresionante.
—¿He sido diferente?
—Claro, una pasada de diferente. Un montón. Un año chanchipiruli.
—¿Y te acordarás de mi nombre?
—Claro, colega. ¿Cómo voy a olvidarte con lo que has sido para mí, para todos? Qué pasada.
—Cómo me alegra lo que dices.
—De corazón, tío.
—Es que ya ves. Me voy.
—Claro, de eso va. De irse y volver.
—Dudo que vuelva.
—Pues mejor, para lo que hay que ver.