Bajo el puente de las piernas fluye una corriente de versos destilados al amanecer entre los suspiros de un abrazo. Presagio de las aves que despertarán la luz sobre los prados y profecía de las manos que anhelan entrelazarse para contemplar los crepúsculos. Con la cascada de agua de una melena manan las palabras que cosquillean el papel donde han sido escritas. Su dicción transforma la ventolera del tiempo que eriza las aguas en una suave brisa que las detiene. En el valle de los brazos abiertos crece la hierba con el empeño de chiquillos que colorean dibujos. El poema.
viernes, 30 de agosto de 2013
martes, 20 de agosto de 2013
Caligrafías / 9
Ríos subterráneos cruzan las regiones interiores de las palabras. Súbitas heridas en la piel vierten su humedad, en ocasiones, al exterior. Así también las gotas que perlan la tersura de ciertos términos en verano. O la confusa sabiduría que derraman las fuentes cuando nacen en vocablos antiguos. Al contrario de lo que se cree, el silencio recupera los acuíferos del vocabulario, y su sobreexplotación merma y agota la generosidad de las palabras acotadas por cañerías de extracción. El desierto también se extiende en las frases que se pronuncian. Solo cuando se habla para no decir nada, llueve sobre las lomas.
viernes, 16 de agosto de 2013
Caligrafías / 8
Se lanza sobre sí misma para desbaratar el silencio. Entre la fronda resuenan tambores que borran trinos, ladridos y cantos de grillo. Tampoco cuando la brisa agita las copas de los árboles las hojas consiguen hacerse oír. Ni el tamborileo de la lluvia existe a su alrededor. El agua bate consigo misma y su resuello, como un rencor, la deja sola, deshabitada de cualquier otra armonía. La blanca melena entrega su belleza junto al perpetuo motor de estruendos. El clic de las cámaras fotográficas también perece, aunque es el único lugar donde el fragor de la cascada no consigue penetrar.
lunes, 12 de agosto de 2013
Caligrafías / 7
Rugoso cristal aficionado a redactar brillos y sombras sin preferencias. Impresiones más que realidades. Estados de ánimo a los que olvida darles valor. El tiempo no envejece su piel ni la luz la tizna. Admiro esta sencillez para utilizar términos joviales, entusiastas o afligidos con el mismo convencimiento. Está ahí cantarina, dispuesta a jugar siempre con el viento y con los frutos que caen de los árboles. Es la única caligrafía que sabe combinar lo que guarda dentro y lo que contempla fuera en una misma imagen. Me entretengo en aprender del agua la condición efímera de lo que permanece.
jueves, 8 de agosto de 2013
Becqueriana / 27
En las rocas tropieza el ímpetu con el que busca la playa y su súbita espuma se reparte y cuela entre los huecos que sestean como lagartos negros al sol. Con rodillas descarnadas de tanto golpearse y nudillos en carne viva, la ola se retira a las profundidades donde solo la displicencia de las medusas se preocupa por ella. Acaba de entregar un ronco y áspero poema de amor escrito con paciencia durante la travesía azul. Pero insensible, arrogante, el rompeolas lo desprecia. Solo a quien sentado en una piedra asiste atónito al idilio imposible le sobrecoge su agreste belleza.
domingo, 4 de agosto de 2013
Becqueriana / 26
Las aguas del puerto mecen las barcas con el cuidado que pondría una madre primeriza al acunar a su bebé. Cunas son también las embarcaciones, que se dejan balancear y les gusta cuando una ola chapotea en popa y las empuja contra las defensas de sus compañeras de amarre. Los cabos se tensan y destensan en un ejercicio con el que mantienen su trenzada musculatura. Al llegar la noche, la luz de la luna vuelve a pintar los cascos con el color nacarado de la oscuridad que, tras esta apariencia, oculta una navegación verdadera. En el sueño de los amantes.
jueves, 1 de agosto de 2013
Becqueriana / 25
De la tierra alta, seca, áspera. Color del viento cuando la levanta y esparce por el aire. Así el papel de los años malos, hecho de trapos sucios, sin pulpa vegetal, ni aguas limpias, ni maestros del oficio, que dejaron horario, saber y traje del día de la boda para los domingos por un fusil. De un tiempo opaco, tantas ausencias, el color del papel de los años cuarenta. Papel entristecido que aún se esfuerza por contener la tipografía de los sueños. Papel abrasado, pero papel, con el orgullo de que la belleza de las palabras mantenga intacto su fulgor.
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