Foto de Luna Miguel
Atléticos, los gorriones —humildes habitantes del cielo de la ciudad—dibujan rayotes sobre el vacío de la hora. Pían, y su piar desacompasado ocupa el hueco que dejan los esporádicos vehículos que circulan. Carecen de prestigio estos pajarillos feos, desconfiados, tristes. Camino por las aceras que el verano aletarga, busco el cielo entre los edificios por adivinar en sus posos las señales del día y los descubro a ellos, trazando diagonales entre azoteas con tanta indiferencia. Me digo: merecerían un buen poeta. De hecho, los dos lo mereceríamos. Los gorriones en busca de almas y yo a por el pan.