Cornelia Adriana repudia las cartas de amor de su primo Vincent
Cómo quieres que lea la sarta de sandeces que me escribe cada día desde que llegó a Etten sin que nadie sepa qué demonios se le ha perdido aquí. Ya cometí el error de leer la primera que me mandó, y aún echo espuma por la boca. Maldito holgazán. ¿Por qué no se enamora de un pozo y se tira? Solo imaginarme su cuerpo seboso de zanahoria me entran arcadas. Y además, qué futuro tiene. Se pasa el día pintando tontadas. El otro día me enseñó un sembrador que parecía un payaso con retortijones. Que cosa más fea. Qué pesadilla.