Me ve llegar, despacio, una sombra que las farolas iluminan y ensombrecen al caminar. Observa cómo paso junto a él, mirando a ninguna parte, ajeno al leve brillo con el que me retiene un instante sobre su cristal. Me ve alejarme calle adelante, un abrigo y una bufanda, las manos en los bolsillos, mientras una farola me alumbra y la siguiente, un poco más allá, ya promete un aluvión de luz. He sido un pensamiento suyo durante un momento, en la efímera vida que la lluvia de la mañana le ha dado. Acaso, este día, el más duradero y auténtico.