jueves, 17 de mayo de 2012

Ramas


¿No vas muy solo?, me preguntó con malicia la encina junto al sendero. Qué va —le respondí—, no ves que voy de la mano con mis sueños. Una brisa sacudió sus hojas y mientras me alejaba oí que decía algo. El castaño de indias, un poco más arriba, insistió: ¿En el bosque tan sin nadie? Viejo cascarrabias, te estás quedando ciego —le espeté, y seguí mi camino. En el pinar, el arisco artesonado de sus copas no se enteró de que recogía al paso piñones que ensuciaban mis dedos. Ni nos ven, le dije al silencio que me acompañaba.