viernes, 17 de agosto de 2018

Becqueriana / 141



El pequeño jardín al final de la calle, en lo alto de un barrio de casas bajas, calles de artesanos y talleres a cuya puerta se reúnen los operarios con las manos sucias. Y cuando fuman, abren los paquetes al revés para extraer los cigarrillos por la punta por donde los van a encender. Es un camino en cuesta el que recorren cada atardecer, y esos pequeños gestos les acompañan. Después, en un banco, se ríen de los fumadores que han visto con las manos entintadas. Y bajo un tilo se van olvidando de las palabras, convirtiéndolas en silencioso acercamiento.