Sus formas rojas son las últimas
en aparecer cuando una lámina de luz empieza a deshacer la oscuridad. Pero al
surgir entre los otros colores ya formados en el ojo, captan toda su
atención. Pequeñas bolas encarnadas y brillantes colgadas de una mata o de un
arbusto, frutos caprichosos que parecen regresar a la madrugada de una noche de
fiesta, aún con la euforia en las mejillas y en la ropa. Se parecen los frutos
rojos a los besos. Cuando aparecen en la luz absorben todas las sensaciones de los
cuerpos, hablan por las palabras, le dan nombre al gozo.