El tiempo distrae. Una atracción de feria frente a la que se arracima una cola de gente para disfrutarla, con la vista en una taquilla que nadie ha abierto. Un estadio vociferante que hierve ante una final que ya ha sucedido antes de que los jugadores salten al campo. Un caramelo que ha caído en la arena justo al salir del envoltorio. El tiempo ciega. Quien sabe cómo tratarlo siempre se equivoca. Quien se deja arrastrar por él nunca acierta. El tiempo, el espejo dentro del cual uno cree que ocurre lo que acontece enfrente. Es lo que nunca pasa.