En la acuarela de la tarde he buscado acomodo
sobre el prado verde. Para no verme tan solitario a una margarita la he llamado
Berceo y a una amapola Garcilaso. Los tres, he pensado, podríamos entretenernos
charlando. Cuando un moscardón se acera a las flores, le grito Lárgate inmediatamente, Quevedo. Con qué
pocos trazos, apenas una aguada en verde y un poco de amarillo encima para
hacer el azul del río, unas motas blancas, un polvo de gotitas rojas, se logra
tanto significado. El sentido más hondo del vivir. Lo espiritual y lo sensual
de la mano, este prado verde.