—No te entiendo, Polifemo, tu fealdad me produce náuseas. ¿Cómo te atreves a insinuar que lo inteligente es amarte?
—Eres tan bonita, Galatea, también cuando te enfadas. Pero si lo miras con calma verás que lo único pertinente es rendirte a mis brazos.
—¿Tus brazos llenos de pelos tiesos como los de un jabalí junto mi piel blanquísima? Son incompatibles.
—Te quiero, Galatea.
—Tu ojo lloriqueando sobre mis cabelles me repugna.
—Te adoro, Galatea. A diferencia de tu piel y de tus cabellos, que el viento arrastrará en breve, mi sentimiento será lo único eterno que la vida te ofrezca.