viernes, 13 de junio de 2008

La tertulia de ayer sobre blogs no cesa (tríptico)

Osías: la proporción de tablillas mesopotámicas burocráticas no se diferencia de lo que ocurre con la escritura en cualquier época. Del siglo XIII se conservan montones de legajos... y una obra literaria: El Cantar de Mío Cid. De Sumer se conserva el Gilgameš. Hoy, nuestros movimientos dejan rastros escritos que se procesan: sacamos dinero en el cajero, en el super compramos... todo genera inadvertidos procesos de escritura, entre los cuales una mínima parte corresponde a la cuarteta escrita al caer el día. La proporción no es tan diferente a la mesopotámica. Tampoco la memoria: Cid, Gilgameš, nuestra cuarteta... De momento.
II
José Luis: uno no entra en un blog para quedarse. O sí. Nosotros entramos en los libros para quedarnos en ellos, ¿hay alguna diferencia entre un libro y un blog que permita pensar que lo malo o bueno de uno no lo es del otro? Cada vez es más difícil, si quieres que te sea sincero, quedarse en los libros: espurios, fantasmas, con insoportables combinaciones de literatura y subliteratura. En los blogs es al revés: cada vez hay más aportaciones literarias en medio de las escrituras triviales. Se trata de situarse en lo que decae y en lo que nace.
III
Alberto: un apego al papel similar a la desconfianza hacia las pantallas tiene detrás razones que comprendo. El papel le guarda fidelidad a la literalidad alfabética, que a su vez es (o parece) garantía del habla. Las letras que las pantallas muestran son un simulacro, el efecto de un traductor aplicado a la escritura informática —sólo inteligible para expertos— grabada en los discos. Un disco no se puede leer sin la mediación del programa adecuado y un aparato en conexión. Los libros ocupan espacio; un blog está y no está. ¿Nos acostumbraremos a prescindir de la materialidad de lo escrito?