No solo vuelan los pájaros. También las hojas. A inicios de otoño ya se preparan para los días de ventisca. El momento de su gran viaje. La oportunidad de abandonar el bosque y recorrer caminos inusitados, paisajes diferentes. Una vida nómada soñada desde la copa del árbol maternal. Y tener la suerte de caer, después, en el porche de alguna casa y sentir como unos dedos, al cogerla del suelo, la acarician. Manos que después abren un tomo de poesía, grueso, obras completas seguramente, y acomodan la hoja que volaba entre las hojas que permiten volar a quien las lea.