Dentro de la oscuridad se extiende por todas partes el miedo a lo informe e incoloro. En el rasposo y húmedo tacto que devuelven las paredes al ser identificadas emerge el miedo al tiempo zanjado. Sobre el suelo irregular y sucio se arrastra al caminar el miedo a las enfermedades y al delirio. Por el aire infecto de la celda, más caverna que arquitectura, fluye el miedo a las amenazas que profieren las almas en el tránsito de su corrupción. No hay miedo que no escuche y descubra. La ceguera, el vértigo, la enajenación. Una ventisca boreal que me petrifica.