El atardecer de invierno bosteza en el andén mientras los trenes llegan y parten hacia destinos indescifrables. Guarda el billete en la cartera, y la cartera en el bolsillo interior del abrigo. Luego lo dobla sobre la maleta que ha dejado en el suelo. Nada le llama la atención, pero en un instante, como por arte de magia, la maleta ha desaparecido. ¿Cartera, documentación? Un país extranjero, no conoce a nadie ni habla la lengua. ¡Mi abrigo…!, grita. Un tipo barbudo, vintage, pelirrojo le tira de la manga y señala sonriendo al otro costado. La maleta volcada. El abrigo doblado.