Atleta que se ejercita junto al estanque, el torso desnudo y
los ojos fijos en la superficie, se desentiende. Culturista de la desmemoria,
se vanagloria sin embargo de las gestas memorables que ampara. Tantos primera
vez casi como existen. Pese a la umbría remodelada día a día por el jardinero
municipal, cuya paciencia remunera un sueldo fijo, el verano manda al asilo a
los muertos. Recogen las cruces de
piedra y los ángeles de piedra, la grava de los senderos, las flores mustias en
guirnalda, el jarroncillo con tulipán y agua sucia, los retratos ovalados. Y se
quedan donde están.