Nada hay en el tiempo donde reconocerse. Va a lo suyo, cuenta las horas por minutos y los minutos por segundos. Lo único que le importa es no descontarse. Sabe que avanza solo porque existen las fechas y las numeraciones. Sus ojos andan ciegos para cuanto ocurra a su alrededor que no sea su paso marcial. Sin embargo, cómo nos parecemos al espacio, aquel hermano menor del tiempo. El olvidado. Tan iguales al sitio donde estamos somos que si contemplamos nubes, somos nube; si andamos, sendero; si paseamos por la playa, oleaje. Cualquier lugar adquiere ser con lo que somos.