Hay un momento en el que el agua pierde su habitual serenidad. Dan ganas de bajar a la farmacia para comprar algún medicamento contra la tensión, aunque sería más fácil desconectar el fuego de la cocina, claro. El agua empieza a inquietarse. Tiembla. Una erupción de mínimas burbujas le cubre como eccema todo el interior. Sufro por su estado. Pienso en una crema para la piel, pero arruinaría el sabor. De repente empieza a dar saltos, ¿serán de alegría? No da tiempo a averiguarlo, inmediatamente le lanzo dos bolsas de té verde con limón. Y dejo que vuelva a serenarse.