El tiempo que está reconstruye cada día su hábitat sobre el tiempo que no está, igual que las civilizaciones antiguas levantaban de nuevo las murallas derruidas y los edificios quemados tras un asedio. Tras el asedio de los días, se recompone el jardín de las sensaciones y la emoción de los sentimientos con cuanto se puede compartir: la belleza, la alegría y el goce que genera la escritura que se entrega con el mismo estremecimiento que un abrazo. El tiempo que está es aquel en el que se decide vivir, en el que las voces erigen el castillo del deseo.