Brilla el atardecer en el sudor del pelaje. Piafa frente a la hozada de paja que le deja un criado. Cocea el suelo. El jinete que acaba de desmontarlo taconea por la escalinata principal con una bolsa de cuero en la mano. En lo alto, de levita oscura y cabello blanco, le aguardan. Sonríe al desenrollar la carta y al entregarla. Está hambriento, pero ya se imagina saciado cuando le señalan el corredor que conduce a las cocinas. Este hijo…—musita y cuelga la mirada de cualquier gancho para caballos en las paredes del patio—, ¿tiene descendencia algún vecino?
martes, 24 de mayo de 2016
El nacimiento de Ana de Peñalosa \ 7
Brilla el atardecer en el sudor del pelaje. Piafa frente a la hozada de paja que le deja un criado. Cocea el suelo. El jinete que acaba de desmontarlo taconea por la escalinata principal con una bolsa de cuero en la mano. En lo alto, de levita oscura y cabello blanco, le aguardan. Sonríe al desenrollar la carta y al entregarla. Está hambriento, pero ya se imagina saciado cuando le señalan el corredor que conduce a las cocinas. Este hijo…—musita y cuelga la mirada de cualquier gancho para caballos en las paredes del patio—, ¿tiene descendencia algún vecino?