El carmín que habla desde la servilleta donde ha quedado grabado construye un lugar. Piedra y argamasa, vigas de pino, tejas oscuras. Enciende el fuego al caer la tarde, en invierno, y abre las ventanas de par en par cuando la luz se alía con los sueños. Encuadra una esquina de cielo, una pincelada de bosque, el caballo blanco que balancea su cola. Y de vez en cuando la alza. Otras tardes da al mar. Una rosa recién cortada contempla la estancia en su jarrón de cristal. La música abraza los silencios. Y el carmín habla quedo en los labios.