jueves, 23 de abril de 2015

«Novela», de Arnaldo Calveyra (pentámetro)


Cada año por estas fechas, hacia finales de abril o principios de mayo, Arnaldo Calveyra aparecía por Barcelona. Venía para hablar con su agente y a partir de cierta fecha también con su editora. Desde París llegaba en el tren nocturno. Ocupaba una cama en un departamento compartido. Aguardaba yo año a año la historia de aquel viaje. Era lo primero que contaba, la novela de la noche ferroviaria. La de extraños personajes e inverosímiles conversaciones que se juntaban en las literas donde viajaba Arnaldo. Lo que se pierden, pensaba entonces y ahora, quienes sacan billete en un compartimento individual. 

Le vi salir feliz algunos años. Su nuevo editor proyectaba reeditar títulos, unos en España, otros en la filial argentina del sello. Una noche de la que sería su última visita había quedado en recogerle a la salida de la cena con su editora. Me llamó aquella tarde y me pidió que adelantara la hora. No había cena. Ni editora, que no le había querido recibir. Ni proyectos, pues acababan de informarle de que habían decidido anular todas las ediciones previstas. De un plumazo. Nada de lo hablado. Así se lo dijo un empleado de la editorial. Un empleado cualquiera. 

¿Has cenado?, imagino que le pregunté. Me pidió que condujera, como hacíamos algunas noches. Recorríamos al tuntún las calles de la ciudad. Íbamos hasta el Monasterio de Pedralbes. Hay allí una plaza silenciosa y recóndita. Subíamos la escalinata. Palpábamos los sillares, sentíamos su frescor antiguo. Luego nos sentábamos en un banco, bajo las palmeras. No sé de qué hablábamos, la conversación saltaba de las lecturas a la biografía y de las opiniones a los sueños con la naturalidad del agua que brota de una fuente. Aquel día Arnaldo estuvo en silencio largo rato, con la mirada fija en la noche. 

No regresó a Barcelona en primavera. Pasé años echando de menos aquellas visitas. Poco tiempo después empezó a viajar a Argentina, a donde no había ido durante décadas. Allí encontró la editorial que creyó en él, como antes había creído en su obra Actes Sud, que publicó todos sus libros. En francés. Sus títulos en Adriana Hidalgo editora, los nuevos que le entregó y la Poesía reunida (2008), espléndidamente publicados, hacían por fin justicia a quien posiblemente haya escrito en la segunda mitad del siglo XX una poesía con un uso de la lengua más libre, más dúctil, tan visionario. 

Su último libro se titula Novela. Publicado en febrero de 2014. Un año después, una noche de enero, Arnaldo se sintió indispuesto. Su corazón se detuvo. Durante todos los días de su vida llevó en el bolsillo de la americana un comprimido por si algo así ocurría. Siempre escribió bajo esta amenaza. En Novela aparece también agazapada. Novela: una caja donde guardar las astillas de las cientos (miles) de novelas que habitaron su pensamiento. Apenas un pedazo (un diálogo, una observación luminosa, acaso una epifanía) escrito de cada una de ellas. La novela de los viajes nocturnos en departamento compartido.