La experiencia de cada día alienta en el nuevo día que todo ocurra igual, porque siendo igual será siempre diferente, repitiéndose logrará ser inesperado. Es una de las paradojas del vivir. Solo lo novedoso y cambiante insiste en su vacuidad. La vida no es un camino hacia lo desconocido que exista más adelante, sino un descenso a lo conocido que hay en la propia vida. Un descenso a las honduras de lo que es. Solo lo conocido puede proporcionar conocimientos desconocidos. Lo desconocido únicamente convoca palabras conocidas con que malbaratarlo. Las palabras visionarias ahondan, penetran. Anhelan lo que han vivido.