Se arremolina la hojarasca en la escalera que conduce a la estación de metro, ansiosa acaso por utilizar su libertad para huir a otros barrios. O tal vez, solo esté escondiéndose por temor a que el viento la arrastre demasiado lejos de los árboles. Me lo pregunto mientras mis pasos conversan con su carraspeo al subir y bajar. Llego al vestíbulo y regreso a la calle. Se diría que he caído en el mismo hueco que las hojas, corran o se oculten, que no lo sé. Se diría también que espero. Abrigo largo, cabello moreno. Una cita que no tengo.