sábado, 4 de diciembre de 2010

Nubes, 2

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En ocasiones, ante un cielo nuboso, uno se pregunta: ¿son estas nubes el fruto de una geometría ignota o el mero capricho del aire? Cuestión que no se corresponde demasiado con la actitud contemplativa que exige la especulación celeste. Ni con la inocencia que demandan sus trazos infantiles, ni con la sumisión que inspira su grandeza. Pero uno mira las nubes del cielo y sigue preguntándose: ¿hay reglas que explican volúmenes y cenefas —una causa que necesariamente ha de concretarse en esta forma— o es el antojo de los vientos? Observar las nubes es, siempre, tratar de comprender el destino.