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Rara vez la página en blanco produce vértigos: las primeras frases se componen en la cabeza y se copian de memoria. La verdadera zozobra se presenta cuando la pluma de súbito rasca la página y nada queda grabado en ella. Los dedos, entonces, bailan un garabato nervioso como quien improvisa un masaje cardiaco. El trueno de la desaparición definitiva de la escritura resuena en el cielo ennegrecido del miedo. Un cartucho, un tintero. Y a mitad del trazo de prueba, regresa la tinta, humor caprichoso y enigmático que a veces da cuerpo a los sueños y otras les da alma.
Rara vez la página en blanco produce vértigos: las primeras frases se componen en la cabeza y se copian de memoria. La verdadera zozobra se presenta cuando la pluma de súbito rasca la página y nada queda grabado en ella. Los dedos, entonces, bailan un garabato nervioso como quien improvisa un masaje cardiaco. El trueno de la desaparición definitiva de la escritura resuena en el cielo ennegrecido del miedo. Un cartucho, un tintero. Y a mitad del trazo de prueba, regresa la tinta, humor caprichoso y enigmático que a veces da cuerpo a los sueños y otras les da alma.