Foto GCC
Algunas tardes de invierno que creía idas para siempre por el sumidero del tiempo han regresado hoy para quedarse con la tenacidad de los símbolos. Tardes en las que el equipo deambulaba desorientado, entonces los ojos se desviaban hacia su figura erguida, tanto que a veces chocaba la flexibilidad con la que sorprendía al adversario, y hacia el modo cómo trazaba las líneas con magnetismo, con armonía. El fútbol no es más que un simulacro de la vida: en espera siempre del instante que detendrá el asedio. Pero en el juego hay domingo siguiente. En la vida, memoria y mito.