Mientras resuena el timbre en el aparato recorro mentalmente el piso vacío donde se esparce en aquel momento el sonido. Es un lugar más mío que el mío al que no volveré nunca más. Cómo cambian las cosas en unas semanas. Arriba, abajo, la vida es una montaña rusa despiadada. ¿Dónde encontrar un instante de sosiego, una rama a la que asirse para que la corriente no me arrastre, un sentido a este pasar los días sin sentido? Cuelgo. Mi amado ha muerto. Ha muerto con su hijo. Los dos habéis muerto, quien fue mi amado y mi hijo desconocido.