De vez en cuando (sólo muy raras veces y siempre de una manera inesperada) un partido de fútbol deja de ser un juego intranscendente para convertirse en una trama. De hecho, en algo más que un argumento; insospechadamente se transforma en la encarnación de un mito: anoche creíamos estar viendo una adaptación de Calixto Bieito de David contra Goliat. Pero no se convierte, el partido, en mito sólo para ilustrarlo, sino para releerlo, redimensionarlo (¿qué querrá decir esta palabra contemporánea?); para adecuarlo al presente: en los tiempos que corren la gesta heroica de los débiles resulta puro ornamento. Mero Bieito.