El amante subyugado —en una novela de Tanizaki— acecha las heces de la amada despótica para descubrir que es mortal y así desenamorarse. En algún lugar he leído que la mayor preocupación de los conservadores del Museo Británico es contrarrestar los gases ocasionados por las flatulencias de los visitantes. Si aspiramos a lo espiritual, aparece el cuerpo. Si exaltamos el cuerpo, se interponen los excrementos. Si amamos los retretes («Metióme Elrey en su retrete», traduce Fray Luis en El Cantar de los Cantares de Salomón), emerge en ellos el alma. Así este blog, entre deposición y salmo, sin hallar sentido.