Junto al estrépito de las aguas bajan desde las montañas, arrastrados por la corriente, también algunos silencios. Se acodan a mi lado en la baranda donde contemplo el río. Y sin que me dé cuenta, me han despeinado. Mentiría si digo que trato de escucharlos. Sé que me rondan, se adensan o diluyen, según, no soy capaz de establecer las reglas que cumplen. Quisiera que continuaran hacia el estuario y si entonces se remansan, con quedarme en el puente y dejar que la melodía me arrulle me bastaría. Bajan con lo que se pierde, pero no dudan, se quedan conmigo.