Al retirar la colección de cuadros con los retratos de los presidentes, alineados en el corredor de acceso al salón principal, quedó durante unos días en la pared una seriación de rectángulos verticales sombreados por antiguas capas de polvo nunca limpiadas. Los cuadros, a su vez, permanecieron agrupados contra la pared en un despacho del piso superior, que hasta aquel día ocupaba un vocal opuesto a la dirección. El pintor, con informales manchas de color espolvoreadas en su vestimenta blanca, cubría el suelo con papel de embalar. En ese momento tuve que atravesar la estancia, sorteando rodillos, cubos y cubetas.