Cuando llegue el día en el que tenga que irse, sé lo que haré para que no ocurra. No me daré por enterado. Prohibido diarios, noticieros, relojes y teléfonos con exceso de información. Nada de citas o compromisos, ni siquiera con las personas próximas. Se acabó el programar actividades, viajes, también el permanecer atento a cualquier acontecimiento que pudiera ocurrir. Vedaré el paso al año que entra. A su intrínseca incertidumbre. Si este había sido un buen año, completo, soberbio, histórico, a qué echarlo a perder y a lo tonto cambiarlo por otro nuevo. Me planto. Y sé cómo hacerlo.