Clément Rosset es un filósofo tranquilo. Conoce bien a Descartes, Kant, Nieztsche o Wittgenstein, a veces se refiere a ellos, pero los cita poco. Casi nada. Sus fuentes para certificar sus ideas son Tintin, Molière, Mallarmé, Hitchcock y hasta el título de películas que no ha visto. Piensa a partir de la experiencia común de sus coetáneos, de ahí que sea tan fácil leerlo. Tan reconfortante. Lejos de mí es una refutación de la identidad personal. Una meditación que parece ligera, pero que desvela, como en un juego de niños, lo que de ilusorio existe en «la unidad del yo».