Aprovecho que has ido a la peluquería a que te corten las puntas para escribirte un poema de amor. Un poema que no ha de ser ni demasiado largo, porque entonces no parecería un poema, sino una novela; ni tampoco demasiado corto, porque el sentido innovador podría no quedar claramente reflejado. En verso libre, por supuesto, pero con medidas petrarquistas, obligadas si se trata de un poema de amor, obviamente. Sin rimas, que suenan repipis. Con un ritmo lento, pero no tanto como para incitar al lector a dormirse, con algún giro, así, más... Ah, eres tú, ¿ya has vuelto?