No dejará la luz ningún destello, ni siquiera sobre la superficie del lago, ciega de tan ávida por mostrar cuanto ve. Ningún sonido en el vacío creado por el sueño de los durmientes. Y aunque me desvele, no sabré descubrir otro camino que no sea el del regreso. La ropa usada dentro de una maleta y, fuera, las canciones cuyos estribillos tararea la memoria sin saber qué dicen. Un ir que ya se parece a volver en el gesto distendido de quien pretende saludar a quien ve en el espejo. La luciérnaga que no salta de un tronco al siguiente.