En este presente encharcado no llueve. Los arroyos no saltan las piedras,
jocosos. Las cascadas no disfrutan, traviesas, de su ausencia de vértigo. El
mar no se arremolina, encrespado, ni muestra el más nimio de sus innúmeros,
incesantes rostros. Ni siquiera una palabra consiguen ser. De mí, por más
que me busque, no quedan ríos, afluentes, meandros, deltas. El agua
estancada de los días es lo única que me devuelve el gesto si lo encaro. Se burla de mí. No me veo en parte alguna. No reconozco el cuerpo ni comprendo
mi pensamiento. No hay más yo que estas heces.