Basta con diluir blancos para reproducir lo que la luz ilumina, sin otro misterio que darle visibilidad a cuanto se está viendo. Una fachada al sur y la artesanía del artista. Prefiero el pintor que entre su mirada y la luz coloca algo, no sé, un árbol cuya sombra se extienda sobre la cal de las paredes; otro edificio, fuera de cuadro, que deje en penumbra una parte de las ventanas que ya no refulge al sol. El magisterio empieza al conseguir en los colores la umbría y en el lienzo lo que se ve, pero no acaba de verse.