Corren. Su único propósito es correr. Kilómetros y kilómetros en un campo de hierba al que algún labrador mira con la desconfianza del despilfarro. Van detrás de una pelota, que corre más que nadie porque siempre va por delante, aunque carezca de piernas. Hay unos cuantos que no paran, pero hay otros que están sentados. Aunque gritan más. Especialmente cuando la bola es cazada por una red gigante que hay a ambos lados del baldío. Lo observo a lo lejos. Sin excesiva atención. Es como un decorado navideño que sigue sobreviviendo en enero. Tanto movimiento reconozco que hipnotiza. Da sueño.