martes, 16 de julio de 2019

Coche de línea



En la estación de autobuses de Belgrado hemos subido al que va a Voivodina. Ruidosos, alborotados, mis amigos se instalan en la última fila. Nada más sentarse, cantan y ríen. No sé por qué me quedo despistado junto al conductor, quizá pagando, y al darme la vuelta para unirme al grupo en el segundo salto me detengo. Junto a la ventanilla, en la tercera fila, una muchacha me devuelve la sonrisa con la que me burlo de mis compañeros.  A su lado, un asiento vacío. La miro, los miro. Un dilema. Ellos tan divertidos, ella tan silenciosa. Ni lo dudo.