Se vive, sobre todo, en los intervalos. Instantes que se desprecian entre dos momentos importantes, como si el reloj los distinguiera con un sonido entre las campanadas. Una conversación sutil que de camino se entretiene en los márgenes, no en el avanzar. ¿Dónde vas?, a veces alguien pregunta. Voy. Es la única respuesta. Ir es la meta, no llegar. Cocinar resulta tan reconfortante como comer. Vestirse tan excitante como salir. Contemplar al atardecer el paisaje desde la ventana, en silencio, entrega más conocimiento que oír un televisor sintonizado a todo volumen. Interludios, lapsos: el envoltorio del tiempo es el regalo.