Jersey de lana. El pañuelo en la cabeza. Botas con lunares de barro seco. Un cielo nuboso, gris por un costado, más oscuro hacia el norte. La lluvia fina, casi imperceptible, da brillo a las piedras comunes convirtiéndolas en minerales con algún prestigio. Después de contemplar el horizonte, y leerlo, bajo la vista. La tierra aún conserva el helor de la noche cuando me agacho a rozarla, áspera, dura. En las plantas busco los brotes que ya presienten la estación que no se ve y compruebo su salud con un leve asentimiento. El gesto que reconforta. Un día de invierno.